
Por: Andrea Pulla
La ilusión moribunda de un paraíso contada por Ana León.
Antes de empezar a soñar con un local propio yo trabajaba en la calle y en el parque El Ejido, pero un día mi hija, Patricia Criollo, quiso iniciar un proyecto igual al del Mercado de la Mariscal porque ya no había espacio para nosotros.
Hace siete años empezamos la obra, hace siete años nos ensuciamos las manos con lodo y cemento, pasamos de mano en mano cada bloque que construyó este lugar y levantamos poco a poco las columnas que iban sostener el paraíso que pensamos que iba a ser este Mercado, apenas un albañil nos dirigió y el resto fue una minga de las 70 personas que pedimos un crédito al Banco Solidario para montar este Mercado.
Manuel Collaguazo, Marcelo Moreno, Fernando Moreno y Patricia Criollo fueron los pioneros, ellos conformaron la directiva y donaron arena, cemento y varios materiales para finalizar la obra. Se decidió que cada puesto debía medir 2,50 metros, con esa separación cada persona era responsable de enlucir y colocar la puesta lanfor. En mi caso y el de mi hija equipamos el local con vitrinas y varios accesorios.
El primer año fue maravilloso, siempre estaba lleno y la gente compraba lo normal, pero después de eso todo fue de bajada. La primera razón fue el tema de parqueaderos, había gente que conocía el trabajo de mi esposo en plata y joyas y venía a ver los productos, pero como eran de Tumbaco y de otras partes lejanas no tenían donde estacionarse y poco a poco se fueron al Mercado de la Mariscal, que estaba muy bien posicionado.
La segunda razón fue la falta de unión de todos quienes trabajábamos aquí, los locales se iban cerrando y otros se arrendaron con productos y servicios que ya no eran artesanales. Fotografías para el Record Policial, copias y comida son los nuevos espacios de venta.
No sé qué sucedió con este sueño, antes estar en la calle Amazonas era un paraíso, llegaban los gringos y se vendía bastante. Pensé que el proyecto del Mercado iba ser el nuevo paraíso, uno más seguro y estable, porque en las calles solo se podía estar un par de horas debido a las requisas policiales, pero me equivoqué, siento ganas de llorar porque dejé todo lo que tenía, trabajé duro en este proyecto y ahora nadie colabora. Jamás pensé ganar millonadas pero por lo menos aspiraba sacar el dinero para los gastos, hoy apenas vendo $2 dólares al día y siento profunda tristeza por un sacrificio en vano.
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