miércoles, 9 de junio de 2010

Un paisajista de lujo


Por Andrea Pulla

César Salazar aprendió el arte con la mirada, hace 20 años decidió plasmar su desbordante inspiración sobre lienzos y hoy cuenta con sus palabras su historia.

Toda mi vida he sido artesano, me inicié en metales, realizaba pulseras, collares, aretes, anillos y todo lo que con habilidad se produzca. Día tras día vendía mis artículos en la Plaza de San Francisco, en la calle.

Un día, hace 20 años, bajé al sector del antiguo Terminal Terrestre de Cumandá y vi cómo mi amigo Rudi realizaba pinturas, trabajaba con los dedos, esparcía óleo sobre vidrio y creaba hermosas obras, en ese momento pensé, yo también puedo hacerlo.

Así fue como decidí comprar los materiales y empezar a pintar, solo la visión y la inspiración me guiaban. Nadie en mi familia ha tenido vocación de pintor, tal vez la familia del padre que jamás conocí pudo albergar un artista, pero realmente no lo sé, mi madre nunca me habló de ello, lo cierto es que yo me convertí en paisajista.

Vendía mis cuadros en la avenida Amazonas y Vicente Ramón Roca, en el lugar ya me conocían, incluso, un grupo de franceses de la embajada me contrataron para venderles varios cuadros, trabajé sin descanso durante tres meses en mi taller y les entregué en total 600 cuadros. Fue una buena época, pero con la dolarización se fueron y tuve que regresar a la calle, donde siempre fue difícil trabajar, en cada batida nos quitaban la mercadería y para recuperarla teníamos que pagar una multa, gracias a Dios se construyó este mercado y desde que se fundó estoy aquí.

He viajado a Colombia, Guayaquil, Ambato, Ibarra y a pesar de haber sido invitado varias veces a Cuenca no he podido ir a exponer mis cuadros, mi responsabilidad como padre ha estado sobre todo. Al separarme de mi esposa me quedé con mis pequeños, a mi hija menor, que en ese entonces tenía dos años, la traía al trabajo, era bastante triste y duro tenerla aquí. Ahora vivo con mis hijas de 11 y 17 años, mi hijo de 19 ya es independiente.

En mis mejores días vendía 30 cuadros diarios, con los años he perfeccionado mis técnicas, hasta el punto que daba clases a domicilio a extranjeros y nacionales, quienes aprendían en la práctica este arte. Hace 10 años gané un trofeo al mejor expositor en una feria en Yaruquí, a pesar de los logros y el reconocimiento mantenerse a flote a veces resulta complicado por la competencia desleal que vende cuadros en acuarela como si fueran en oleo.

Trabajo todo el día en mi local, retorno a mi hogar a las ocho de la noche y desde ese momento pinto hasta la una de la mañana, duermo un par de horas y a las cuatro y media estoy nuevamente en pie para preparar la comida y llevar a mis niñas a la escuela.

Como pintor he salido adelante a pesar de los problemas de salud que me han ocasionado ciertos químicos, el dolor que siento en mis rodillas es solo un gaje del oficio.

El local #10

Vende pinturas en óleo, acuarela y acrílico sobre crin de caballo, lienzo, cartón y cerámica en alto relieve, además de cuadros repujados en metal y collage con hojas secas. Este lugar alberga obras de hasta 10 artistas diferentes, con precios desde los $6 hasta los $220 dólares.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola que tal tu articulo me parecio super interesante...

Ademas en nuestro pais existen artistas Sin descubrir

Saludos

Andres Osorio