miércoles, 26 de mayo de 2010

“Lo que se hereda no se hurta”


Por: Andrea Pulla

Miguel Ángel Caicedo lleva 15 años en el negocio, pertenece a la tercera generación que lleva esta tradición en cuerpo y alma. Hacer un helado de paila requiere dedicación, esfuerzo y sacrificio ya que se trata de un laborioso proceso.

Los años de experiencia lo han llevado a participar en competencias de élite, hace un año y medio participó en el concurso de chefs de la Universidad de las Américas, en la categoría de postres tradicionales, con su receta de Frutos del Bosque y obtuvo el primer lugar. Su secreto es no regirse estrictamente a la receta, pues en este tiempo ha aprendido a inventar y sortear trabas con imaginación.

Hielo, sal y una paila de bronce como instrumentos, azúcar, fruta e ingenio como ingredientes, y mucho esfuerzo extra para poder crear un litro o dos en 10 ó 15 minutos. Lamentablemente Miguel Ángel cree que cierta gente no precia su trabajo, sobre todo en cuanto al precio (cono simple $1) ya que debe competir con la heladería industrializada que ofrece más colorante que fruta. A pesar de ello continua con esta tradición y ya ha ganado clientes fijos.

Sus ventas varían durante la semana, pues están a merced del clima, pero los fines de semana son sin duda los más fuertes. Su clientela varía entre nacionales y extranjeros. La barrera más grande es el idioma ya que gente de otros países muchas veces no conoce frutas como la naranjilla, el taxo o el arazzá y es un poco complicado explicarles. Para la gente de Sudamérica, en especial Venezuela, Chile y Colombia, el helado de paila es un manjar ecuatoriano reconocido y cada vez que visitan el Mercado Artesanal, no pierden la oportunidad de probar nuevos sabores y combinaciones que refrescan los cambiantes estados climáticos de la capital.

Miguel Ángel Caicedo y su esposa Raquel López recorrían el país, de feria en feria, antes de asentarse en por completo este local que hoy guarda tradición, frescura e innovación.

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